Ayer, Rahja empezó a sentir dolores de parto. El bebé llegaba y nadie le había dicho lo que tenía que hacer.
Llamó a su marido una y mil veces pero no contestaba... donde se había metido?
Estaba sola. Sola con su bebé sin saber qué hacer ni donde ir. No tenía dinero y no se atrevía a ir al hospital.
Se acordó de aquella chica mora que trabajaba con las mujeres de su barrio y se acercó como pudo a su oficina. Las contracciones eran cada vez más frecuentes y tenía mucho miedo.
No hizo falta explicar nada: en la oficina conocían su situación y enseguida entendieron que había que darse prisa, que el bebé llegaba.
Fueron al hospital del barrio. Solo habia un medico y estaba asistiendo a otras mujeres.
La dijo que caminara. Que caminara. Ya? Camina. Me duele! Camina, camina, camina.
A la tercera vuelta, Rahja no podía mas... sentía mucho dolor, mucho miedo, no sabía qué iba a pasar con ella y con su bebé.
En un momento dado, el médico la sentó y la inyectó algo en vena. Parecía pimienta. No podía saberlo. Las cosas pasaban sin que ella decidiera nada.
Segundos después empezó a sentir unas convulsiones tan fuertes que pensaba que se rompía en dos, que se moría.
Estaba sola. Solo la acompañaba aquella chica mora que apenas había visto dos veces. Su marido no daba señales de vida.
Se agitaba, sudaba, gritaba... qué la habían inyectado? Se agarró fuerte a la única mano que tenia cerca... veía el miedo en los ojos de la chica mora. Estaba casi tan asustada como ella.
Por fin el bebé salió. La pequeña Aisha apenas pesaba dos kilos y medio, pero estaba viva y parecía sana.
Rahja se sabía con suerte: aunque sola y pobre, su hija y ella habían sobrevivido solas al trance del parto.
**********************************************************************************
El momento del parto debería ser un momento de alegría. Sin embargo, anualmente, para más de medio millón de mujeres el embarazo y el parto terminan en la muerte y veinte veces más este número sufren lesiones o incapacidades graves que, si no se tratan, les pueden causar sufrimientos y humillación durante toda la vida. La muerte de una madre puede ser especialmente devastadora para los niños que deja atrás, pues para ellos aumenta el riesgo de caer en la pobreza y de ser víctimas de explotación.
(Objetivos del Milenio de la ONU. Objetivo 5: mejorar la salud materna)
http://www.un.org/spanish/millenniumgoals/maternal.shtml
Estaba sola. Sola con su bebé sin saber qué hacer ni donde ir. No tenía dinero y no se atrevía a ir al hospital.
Se acordó de aquella chica mora que trabajaba con las mujeres de su barrio y se acercó como pudo a su oficina. Las contracciones eran cada vez más frecuentes y tenía mucho miedo.
No hizo falta explicar nada: en la oficina conocían su situación y enseguida entendieron que había que darse prisa, que el bebé llegaba.
Fueron al hospital del barrio. Solo habia un medico y estaba asistiendo a otras mujeres.
La dijo que caminara. Que caminara. Ya? Camina. Me duele! Camina, camina, camina.
A la tercera vuelta, Rahja no podía mas... sentía mucho dolor, mucho miedo, no sabía qué iba a pasar con ella y con su bebé.
En un momento dado, el médico la sentó y la inyectó algo en vena. Parecía pimienta. No podía saberlo. Las cosas pasaban sin que ella decidiera nada.
Segundos después empezó a sentir unas convulsiones tan fuertes que pensaba que se rompía en dos, que se moría.
Estaba sola. Solo la acompañaba aquella chica mora que apenas había visto dos veces. Su marido no daba señales de vida.
Se agitaba, sudaba, gritaba... qué la habían inyectado? Se agarró fuerte a la única mano que tenia cerca... veía el miedo en los ojos de la chica mora. Estaba casi tan asustada como ella.
Por fin el bebé salió. La pequeña Aisha apenas pesaba dos kilos y medio, pero estaba viva y parecía sana.
Rahja se sabía con suerte: aunque sola y pobre, su hija y ella habían sobrevivido solas al trance del parto.
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El momento del parto debería ser un momento de alegría. Sin embargo, anualmente, para más de medio millón de mujeres el embarazo y el parto terminan en la muerte y veinte veces más este número sufren lesiones o incapacidades graves que, si no se tratan, les pueden causar sufrimientos y humillación durante toda la vida. La muerte de una madre puede ser especialmente devastadora para los niños que deja atrás, pues para ellos aumenta el riesgo de caer en la pobreza y de ser víctimas de explotación.
(Objetivos del Milenio de la ONU. Objetivo 5: mejorar la salud materna)
http://www.un.org/spanish/millenniumgoals/maternal.shtml
Pues sí, es una asignatura pendiente. Tanto por los medios y el enfoque, como por la falta de tacto y ternura con que se trata.
ResponderEliminarHay que darse cuenta que es un momento milagroso.
Un beso,
Meri flogüer... tarde pero me puse al díita...
ResponderEliminarNo veas lo remona que estás con el pañuelo en la cabeza (sí, te doy toda la razón: ¡y con lo bien que le queda al lugareño...! ;) )
Qué rabia me das... ahora tu molas más... voy a tener que inventarme un viaje paralelo a un lugar más exótico si cabe para que no me dejes atrás... que lo de Rusia lo pude subsanar, pero esto... sin poder ir a sitios con malaria, no se como superarlo (mierda)
Un besito chati... y... :S prometo que el día dos o tres como muy tarde cambio tu cuenta de números rojos a negros... :S
Un besote, cuídate y ¡tráeme todos esos novios que me has buscado de regalo!
Hasta pronto, bruja.
Tieeeeenes taaaanto que aprender, pequeño saltamontes!! :-P
ResponderEliminarjajaja!
Un beso, bruja piruja!